jueves, 26 de mayo de 2011

PERROS Y NIÑOS



La convivencia de niños con perros, es una relación muy beneficiosa para ellos. Les enseña desde pequeños a relacionarse y, a amar y respetar la vida animal. Estimula la afectividad, los ayuda a ser más sociables, potencia su sensibilidad y genera actitudes de responsabilidad.

Las mascotas (sobre todo los perros) pueden convertirse en el mejor aliado de padres y educadores para la socialización de niños y adolescentes. Si al gran interés de los pequeños por los animales de compañía se une un cuidado adecuado, estos pueden ser una fuente indiscutible de salud psíquica y social para los más pequeños. 

Dieter Krowatschek, psicólogo infantil y escolar que trabaja en Marburgo (Alemania), desde hace más de quince años trata a niños con problemas de conducta. En su terapia es asistido de manera fructífera por su perra, una Border Collie de nombre Fly. En su libro "Los niños necesitan animales de compañía", explica que los niños encuentran en los animales de compañía, a sus mejores instructores sobre valores como la lealtad, el compañerismo y el respeto. Está comprobado que los niños que tienen alguna mascota, son más equilibrados, resistentes y tolerantes que los que no tienen. Aprenden antes a relacionarse con los demás y a tomar responsabilidades.

Gracias a esta convivencia, los pequeños de la casa que se implican en su cuidado se hacen más responsables y adquieren una mayor competencia social. Además, según destaca Krowastschek, en la sociedad coetánea los animales de compañía pueden convertirse en grandes y afectuosos amigos, tanto para los niños como para los adolescentes incomprendidos

También ayudan a contrarrestar la perniciosa influencia de tantas horas de actividades en solitario, que favorecen la afición por los videojuegos o el ordenador, las películas de vídeo o la lectura de tebeos (historietas/comics). Los niños y adolescentes que conviven con un animal de compañía se relacionan con él de una forma lúdica y tienen una oportunidad única de interactuar, jugar y conectar con otro ser vivo, así como de educarlo.


Muchos psicólogos infantiles para sacar provecho a este entendimiento natural entre niños y mascotas han incorporado perros a la sesión terapéutica.

El psiquiatra y psicólogo infantil Boris Levinson, de Brooklyn (EE.UU.), fue quien descubrió la utilidad de los animales como ayuda terapéutica. A principios del siglo XX, observó que la presencia de su perro Jingles ayudaba a los niños autistas a abrirse. Más tarde, se ha confirmado su ayuda en la atención a menores con otros diagnósticos.

Un estudio realizado por los científicos de la Universidad de Lincoln, Inglaterra, ha revelado que los perros pueden ayudar a reducir el estrés que provoca el autismo en una familia. Encontraron que cualquier raza de perro logra mejorar la comunicación y las relaciones entre los miembros de la familia.

notas relacionadas con perros y autismo:

El profesor Daniel Mills, experto en medicina veterinaria conductual utilizó en su estudio grabaciones de video que muestran cómo los perros pueden mejorar los hábitos de alimentación, sueño y conducta de los niños.

Algunos estudios realizados en la Universidad de Cincinnati, publicado en Journal of Allergy and Clinical Immunology y otro realizado en Alemania, en el Centro Nacional de Investigación en Salud Ambiental de Munich revelan que los niños que viven con perros están más inmunizados contra las alergias. Se desconoce exactamente por qué sucede esto, pero los científicos creen que los pequeños se benefician con la exposición temprana a los gérmenes que los animales diseminan por la casa, lo cual ayudaría al desarrollo de su sistema inmunológico. "Nuestros resultados muestran claramente que la presencia de un perro en el hogar durante la infancia de los sujetos está relacionada con un nivel mucho menor de sensibilidad al polen y a los alergenos inhalables," señaló Joachim Heinrich.

Como ya he dicho en otras ocasiones, vivir con un perro es una experiencia maravillosa, pero, no debemos olvidar que un perro es un animal y como tal, ve el mundo desde una perspectiva totalmente distinta a la nuestra (si comparan una foto suya con la de su perro, ¡verán grandes diferencias!...). Mientras no entendamos esto y sigamos humanizando a nuestras mascotas, muchos malos entendidos con resultados poco felices, seguirán generándose entre ambas especies.

El mejor amigo del hombre, no deja de ser un depredador carnívoro. Esto no significa que sea un asesino ni una máquina de morder, sino simplemente, que en sus genes lleva el instinto de cazador (por ejemplo, todo lo que se mueve es presa y por instinto correrá tras de ello, sea una pelota o un niño; en el caso del niño, si el perro es torpe, podría tumbarlo en la corrida y el chico asustarse o golpearse. Cuando digo esto, no cuenta solo para el perro, los humanos también tenemos instinto cazador, por eso, lo primero que detecta el ojo humano, antes que la forma, el color o el tamaño, ¡es el movimiento!). Entonces, así como debemos educar al perro, también debemos enseñarle a los chicos qué pueden hacer y qué no, para que aprendan a convivir con seguridad y felicidad junto a ellos.
Como primer paso, es esencial que tengamos en cuenta que cualquier perro podría morder si es provocado. Y que actúa por instinto, por lo que su comportamiento no puede ser 100% predecible con exactitud, sin importar su tamaño, edad, raza o cuán confiable y amigable sea.
Según los registros de la Humane Society de Estados Unidos, el 50% de los chicos será mordido por un perro antes de los 12 años, con incidencias mayores en niños menores de 5 años. La incidencia también es mayor en varones que en niñas. Frecuentemente, son mordidos en la cara. Si bien la mayoría no requieren siquiera atención médica, la mayoría provienen de perros que el chico conoce, como su propia mascota, la de un pariente, vecino o amigo.
Los bebés, merecen especial atención. Para los perros son algo confuso si nunca antes han visto uno. Ellos huelen distinto a los humanos adultos, su forma es diferente, emiten sonidos y se mueven de modo distinto. Para aquellos perros con un fuerte instinto depredador, el tamaño y la fragilidad de un bebé, pueden desencadenar un ataque. Por otro lado, es lógico que la familia centre toda su atención alrededor del recién nacido y descuide al perro. Si éste es dominante, muy territorial o muy posesivo, puede haber problemas. Por eso es muy importante que el perro sea debidamente socializado y adiestrado en obediencia, de esta manera podrá convivir con los niños en armonía y convertirse en su gran amigo y más devoto protector.
Todos los canes instintivamente establecen una frontera de “pelear o huir” alrededor de sí mismos, que marca su línea de seguridad (nosotros también, igual que cualquier ser vivo). Cuando alguien que él percibe como una amenaza o como no deseado transgrede ese límite, el perro tiene dos opciones: huye o defiende su seguridad. Los chicos, sobre todo los menores de 5 años, suelen invadir este espacio por querer acariciarlos, abrazarlos, o jugar con ellos, lo que se convierte en una situación de riesgo.
La mayoría de las mordidas, son provocadas por un mal proceder del humano, por no entender o saber interpretar las advertencias que el perro dio, previas a la mordida, como intentar escapar primero. Si se ve acorralado sin posibilidad de huir de la situación, observaremos rigidez del cuerpo, tal vez se le ericen los pelos del lomo, seguidamente gruña y/o muestre los dientes y finalmente muerda. Raramente un perro muerde sin haber dado muestras de amenaza previas. Pero si el humano las ignora y sigue avanzando, el animal se quedará sin opción y atacará.
Los niños, están particularmente en riesgo de ser mordidos, por varias razones. Se mueven rápido y la velocidad provoca el instinto de persecución canino. Sus voces son agudas y éstas no suenan autoritarias; además, sólo excitan al perro o lo asustan. Adicionalmente, al ser pequeños, están cerca del nivel de los ojos del perro y del piso. En consecuencia, muchas veces, inocentemente o simplemente por ignorancia, o como parte de un juego, los pequeñitos hacen cosas que pueden perjudicar al perro, asustarlo, incomodarlo, que avivan sus instintos o atentan contra su integridad, y esto puede terminar en un susto, una mordida o en un perro intoxicado por ejemplo.
Entonces, es responsabilidad de los adultos, como padres o dueños de perros, asegurarnos de educar al animal y de enseñar a los niños qué pueden hacer y qué no, y cómo comportarse con un perro.
En primer lugar, un perro y un chico menor de 6 años, NO deben quedar solos sin supervisión de un adulto.
Enséñele a su/s hijo/s a tratar bien a los perros y con respeto, de la misma manera que a ellos les gusta que los traten. Los perros no son juguetes. Los chicos tienen que entender, que son seres vivos que sienten dolor y pueden ser lastimados si no se los trata con respeto.
Cosas que los chicos no deben hacer:
1)   Tocar un perro que no conocen. Más si es un perro perdido o callejero. Tampoco meter la mano entre las rejas de una casa o por la ventanilla de un auto para tocarlo. Si conoce al perro, pida permiso al dueño primero. Si el dueño accede, nunca invada el terreno personal del animal. Permita que él sea quien se acerque y déjele oler su mano. Si él no desea saludarlo, déjelo, no lo obligue.

2)   Acercarse a una perra con sus crías. La curiosidad de cualquier niño, casi sin excepción,  se sentirá atraída por unos cachorros. La que los impulsará a correr hacia ellos para mirar y tocar. Es vital que los chicos tengan clarísimo que JAMAS deben acercarse a un cachorro, esté o no con su madre. Si la perra no está a su lado, seguramente está cerca y está vigilando. El instinto maternal de las perras las vuelve MUY posesivas con sus crías y atacará SIN DUDAR a quien se aproxime a ellas.

3)   Acercarse a un perro por detrás. Podría sorprenderse o asustarse y responder de manera instintiva.

4)   Acercarse a un perro atado, a un perro que ladra, gruñe o está asustado. Muchos perros cuando están atados se ponen agresivos.

5)   Tocar un perro mientras duerme. Podría sorprenderse o asustarse y reaccionar sin pensar.

6)   Acercarse corriendo y/o a los gritos a un perro, éste podría vivirlo como una amenaza y responder con otra amenaza.

7)   Acariciar a un perro directamente en la cabeza, puede ser una amenaza. Rascarle el pecho o el lomo sería lo aconsejable.

8)   Molestar a un perro cuando come. Si bien nosotros vamos a enseñarle a nuestro perro que no reaccione negativamente cuando nos acercamos a su alimento, un chico debe aprender que no debe molestarlo, porque usted puede controlar a su perro y a su hijo, pero no sabe si él no se acercará al plato de comida de otro can en la casa de un amiguito por ejemplo,y esta situación podría tener un desenlace desagradable y una mala experiencia para el chico.

9)   Abrazar a un perro. Para los perros (y para muchos otros animales), la única situación en la que se abrazan, es durante un ataque. Entonces, si bien la mayoría de los perros se acostumbran desde cachorros a que nuestro abrazo es una señal de afecto, no sabemos qué podría pasar con otro perro en algún momento de distracción de los adultos.

10) Alzar a un perro. Nuevamente, su perro puede estar acostumbrado desde cachorro a que los chicos lo carguen en brazos, pero a muchos perros les provoca mucha inseguridad que los levanten del piso, se asustan o se ponen nerviosos y pueden morder. Es importante tener en cuenta que hasta los 6 años, los chicos no disciernen claramente, que hay cosas que pueden hacer con su perro que con otros no. Entonces, hasta ese momento, es importante dejarles claro que con los perros, hay cosas que sí y cosas que no, después cuando crezcan comprenderán con qué perro sí y con qué perro no, pero de momento, asegurémonos de que niño y perro estarán a salvo y tendrán una relación maravillosa sin sobresaltos.

11) Generalmente, los chicos tienden a ver al cachorro como un compañero de juegos y lo tratan como a un semejante. Entonces, no es infrecuente que le saquen o escondan la comida o los juguetes, lo disfracen o le apliquen maquillaje o productos de cosmética. Esto puede ser nocivo para el perro o incomodarlo, lo que puede terminar en una mordida o simplemente en un gruñido para expresar su disconformidad, y un susto para el chico. También, con una mascota lastimada o intoxicada. Los chicos deben entender que no es un amiguito ni un compañero, es un PERRO y debe ser tratado con todo el respeto que se merece.

12) Jugar rudo. Es usual que los varones sobre todo, jueguen a “las luchitas” revolcándose por el piso, a hacer que el perro tironee de algún objeto mientras ellos lo sostienen, a correrlos con espadas de juguete, entre otros. Por un lado, el perro podría asustarse o sentirse amenazado y como consecuencia, defenderse. Pero por otro lado, hay que tener en cuenta que los cachorros, en su ambiente natural, juegan a “pelear” con sus congéneres como aprendizaje. En esta etapa, aprenden a cazar, a no soltar una presa, a controlar la mordida, a pelear por comida, por el agua, por aparearse y por el territorio. Pero nuestro perro doméstico, no deberá pelear por ninguna de esas cosas, porque todo eso se lo proveeremos nosotros. Si los chicos juegan con ellos de esa manera, puede haber diversas consecuencias poco felices. En primer lugar, un cachorro tiene los dientitos muy filosos y no saben controlar la mordida, entonces es altamente probable que lastimen al niño sin querer. En algunos casos, el perro sigue siendo un cachorro pero su tamaño, fuerza y peso, supera ampliamente los del chico; esto sumado a su torpeza, puede hacer que el chico termine golpeado o accidentado. Pero básicamente, estos juegos incentivarán el comportamiento instintivo de pelear por algo. Generalmente puede que no pase nada, pero puede ocurrir que un perro con carácter dominante o posesivo, entienda estos juegos como una disputa de poder y los resultados no sean agradables. Parecería obvio aclarar que este tipo de juego no debe ser permitido ni con un chihuahua ni con un dogo. No importa la raza, la edad ni el tamaño, soy de las que creen que es preferible prevenir que curar.

13) Darles de comer comida de humanos ni golosinas. Es muy habitual que los chicos compartan con el perro comida o golosinas, porque saben que así se aseguran que el perro vendrá a ellos y les prestará atención. En primer lugar, esto promoverá una conducta inadecuada en el perro, como robarle comida a los chicos o merodear alrededor de la mesa cuando ellos comen, esperando el momento en el que recibirá su parte. La saliva de los perros tiene gérmenes y no es muy higiénico que el chico se lleve comida a la boca con la misma mano que ha introducido en la del perro. Tampoco es de buena educación que el perro esté molestando cuando los humanos comen, de la misma manera, que nosotros no lo molestamos a él cuando se alimenta. ¡Respeto y buenos modales! Por otro lado, los cachorros y muchos adultos, suelen ser torpes cuando toman la comida de nuestras manos, así que hasta que niño y perro aprendan a hacerlo con cuidado, evitemos que el chico se asuste o que el perro lo lastime sin intensión. Ni hablar de que puedan hacerlo con un perro callejero. Pero en segundo lugar, esto también es riesgoso para el perro, hay muchos alimentos para humanos que podrían ser nocivos o hasta tóxicos para ellos (como el chocolate o muchos de los condimentos que agregamos los humanos a nuestras comidas). Así que además, ahorrémonos la energía y el dinero de tener que salir corriendo de urgencia a la veterinaria porque el perro se deshidrata de la diarrea o vómitos.

14) Agarrarlo de la cola, las orejas, montarlo como un caballo, obligarlo a jugar si el perro no quiere; esto no sólo lastima al perro sino que en algún momento, manifestará su disconformidad a su manera y con los recursos que tiene: sus dientes.

Fuentes:
Kids and Dogs: A Common Sense Approach - This article by Vicki DeGruy, originally published in Dog Owner's Guide, was the winner of a 1993 Dog Writer's Association of America Maxwell award for best article in a canine newspaper.
It’s Me Or The Dog. How to Have the Perfect Pet, Victoria Stilwell
Cesar's Way, César Millán & Melissa Jo Peltier
Dog Bite Prevention, ASPCA

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